El petróleo está condenado a tener cada vez un menor protagonismo en el mundo de la energía. Ahora que el oro negro intenta recuperar un precio ‘digno’ para los países productores, tras la bofetada que ha supuesto el boom del fracking y el shale, los vehículos eléctricos y la eficiencia energética se preparan para dar la estocada a este combustible fósil. Sin embargo, las grandes petroleras parecen mirar hacia otro lado y siguen centrando sus inversiones en los combustibles fósiles, mientras que el dinero destinado a energías renovables es una mínima parte de su inversión. La revolución del transporte condena al petróleo a seguir los pasos del carbón.

Aunque Shell prevé que el cénit en la demanda de petróleo llegará antes de lo que esperan sus rivales, la petrolera angloholandesa se está preparando para ese escenario con masivas inversiones en gas natural. En lugar de prepararse para la expansión de la energía solar y eólica, prefiere seguir confiando en los combustibles fósiles.

La empresa gastó 54.000 millones de dólares el año pasado en la compra de BG Group, que basa la mitad de su producción en gas. Chevron, Exxon y Shell han invertido recientemente miles de millones de dólares en nuevos proyectos de gas natural líquido por todo el mundo.

Una estrategia de dudosa eficacia

Los críticos con esta estrategia prudente de las petroleras hacia lo que puede suponer la expansión de las energías renovables aseguran que las empresas no están demostrando amplitud de miras, al confiar en que la transición será lenta o en que un tipo de combustible fósil sustituirá paulatinamente al otro.

Estos argumentan que, del mismo modo en que el gas natural barato está sustituyendo al carbón, la energía eólica y la energía solar, todavía más baratas, llegarán a sustituir al gas.

El sur de Australia pronto se convertirá en un campo de pruebas para un proyecto que podría allanar el camino para que las energías renovables suplanten a los combustibles fósiles en picos de demanda eléctrica. Se trata de una combinación de un parqué eólico con una instalación de almacenamiento conectada a la red realizada por el fabricante de coches eléctricos Tesla y el operador Windlab.

Las empresas de combustibles fósiles necesitan reorientarse rápidamente hacia la baja rentabilidad de las industrias solares y eólicas, señala Jules Kortenhorst, antiguo ejecutivo de Shell que dirige el Rocky Mountain Institute, una organización sin ánimo de lucro de investigación energética.

«No se puede pasar de un tipo a otro de la noche a la mañana», asegura Kortenhorst. «Los sueldos de la industria del petróleo y el gas están basados fundamentalmente en la creencia de que el mundo no puede crecer económicamente sin los combustibles fósiles».

Llegar a alcanzar la misma cuota en el mercado de las renovables, que actualmente tienen las principales petroleras en el sector del crudo y gas, requeriría una inversión de alrededor de 350.000 millones de dólares a lo largo de los próximos 18 años, estima Wood Mackenzie. Dicho gasto supondría un recorte en los generosos dividendos que los accionistas de las petrolíferas esperan recibir.

«Creemos que cambiar su modelo de negocio será un desafío real para estas empresas», asegura Nathan Fabian, director de políticas de Principios para una Inversión Responsable (PRI, por sus siglas en inglés), un grupo apoyado por las Naciones Unidas.

PRI tiene directrices que instan a un análisis de inversión que sopese problemas sociales, de medio ambiente y de gobierno. Sus principios han sido adoptados por inversores con activos bajo gestión de 70.000 millones de dólares.

Mínimas inversiones en renovables

Las petroleras han llevado a cabo inversiones relativamente modestas en un amplio abanico de tecnologías renovables. Chevron tiene una serie de pequeños negocios en el sector solar y eólico; Shell invierte en el etanol que proviene de la caña de azúcar en América Latina, en parques eólicos en EEUU y estaciones de carga de coches eléctricos en Europa; y BP todavía es propietaria de las plantas eólicas en EEUU que en su momento intentó vender.

John Browne, que como CEO de BP hace dos décadas ayudó a lanzar las primeras inversiones en renovables de la petrolera británica, y a día de hoy cree todavía que el sector de las renovables crecerá mucho más.

«Llevará tiempo», aseguró en una entrevista con Reuters el mes pasado. «Y tienen tiempo». Shell prometió invertir hasta 1.000 millones de dólares al año hasta 2020 en lo que llama «nuevas energías».

Total ha asegurado este año que se gastaría 500 millones de dólares al año en el desarrollo de energías alternativas. Pero poco después del anuncio, reveló que adquiría Maersk Oil por 7.500 millones de dólares, en el marco de una plan para extraer más crudo en el Mar Norte noruego.

«Cuando preguntas al cliente cuál es su prioridad, ya sea en economías desarrolladas o en países emergentes, el precio es lo que se sitúa en primer lugar», explica Pouyanne. Un cambio brusco hacia las renovables, añade, «podría infligir importantes daños económicos y sociales a nuestros 6.000 millones de clientes».

Exxon Mobil está fomentando la investigación en biocombustibles junto con la firma de modificación genética Synthetic Genomics para conseguir que las algas produzcan más lípidos, un sustituto del petróleo. La empresa no ha dado muchos detalles sobre su inversión, pero aseguran que la iniciativa estaba todavía lejos de la explotación comercial. En comparación, Exxon destinó 5.600 millones de dólares en activos de petróleo no convencional en EEUU.

Coches y aviones eléctricos

Algunos de los mayores clientes de la industria del petróleo están planeando dar un giro radical a su negocio y ayudar a expandir las alternativas renovables, especialmente en transporte, que supone alrededor de un cuarto del consumo anual de energía.

Ford Motor reveló a principios de este otoño que intentaría que en 2030 un tercio de sus ventas fuesen de coches de batería eléctrica y otro tercio híbridos impulsados por electricidad y gas. Una startup respaldada por Boeing y JetBlue Airways anunció recientemente sus planes para fabricar un pequeño avión híbrido que empleará baterías de Tesla y Panasonic.

Sin embargo, las firmas de petróleo continúan previendo un crecimiento importante de los combustibles líquidos. Exxon pronostica que un 90% de la industria del transporte seguirá confiando en el petróleo de aquí a 2040. La OPEP también se muestran optimista respecto a la demanda de crudo a medio plazo.

BP espera que la flota mundial de coches se duplique hasta los 1.800 millones de vehículos en 2035, de los que sólo 75 millones estarían alimentados por electricidad.

«Está por ver si los (coches eléctricos) pueden distribuirse sin necesidad de grandes subvenciones» de los gobiernos, explica Watson, el CEO de Chevron, a Reuters. «Eso es lo que estamos viendo ahora».

FUENTE: EL ECONOMISTA.