En un mundo en cambio constante, que avanza a una velocidad vertiginosa impulsado por el desarrollo tecnológico, la incertidumbre se convierte en norma y la capacidad de adaptarse a ella es crucial para cualquier negocio. Si ese negocio es energético, la complejidad y la necesidad de adaptarse aumentan, por el tamaño del sector y la estrechez de los márgenes con los que opera, por suministrar a la sociedad bienes básicos e indispensables, por su profusa regulación, por la introducción de exigencias ambientales…

Y si, además, el negocio está en el último eslabón de la cadena industrial, el punto de venta, como sucede con las estaciones de servicio de carburante, la complejidad y la capacidad de adaptación adquieren una dimensión superior, derivada del contacto permanente con los consumidores.

Con este panorama, elEconomista ha reunido a cinco expertos, en un Desayuno de Redacción con la intención de que debatan, compartan conocimientos y puntos de vista, y arrojen luz al futuro del negocio de las estaciones de servicio, que son mucho más que las tradicionales gasolineras desde hace ya mucho tiempo.

Para aportar una visión amplia, en el encuentro han participado tres autoridades del propio sector: Santiago Ruiz Martín, director de la Red de Estaciones de Servicio de Cepsa; Jorge de Benito Garrastazu, presidente de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (CEEES); y Alejandro Ripoll, presidente de la Agrupación Española de Vendedores al por menos de Carburantes y Combustibles (Aevecar).

A ellos se han sumado Jordi Escruela, director de Innovación de Correos, y Martin Wohlfart, head of Sales & Client Management Office de la consultora Kantar Millward Brown, mientras que la moderación de las intervenciones le ha correspondido a Rubén Esteller, jefe de Redacción y director de las revistas de Energía y Agua y Medio Ambiente de elEconomista.

El valor de la distribución

Abrió el debate Jordi Escruela, poniendo el acento en el valor de la estación de servicio para la logística y la distribución: «una estación de servicio es un punto de paso de muchísima gente», y, en consecuencia, una baza muy importante para que Correos, una empresa pública «con 7.000 y pico oficinas», se adapte a las exigencias de un e-commerce que ha dado un vuelco a su negocio tradicional, por el creciente peso de la paquetería en el monto total de los envíos. «Tenemos intereses comunes -aseveró- porque el sector busca ampliar su cartera de productos y nosotros necesitamos gente».

Recogió el testigo Jorge de Benito, refiriéndose a las características que, a su juicio, ha de tener una empresa del futuro: comprometida con el servicio y atendida -«si no hay personal, no se pueden cumplir las normas»-, transparente -«no solo hay que decir las cosas, hay que mostrar cómo las hacemos»-, comprometida con el medio ambiente, cumplidora con los derechos de los consumidores, atenta con una responsabilidad social corporativa normalizada en un código, responsable de su compliance, y conforme a unos valores, «como la seguridad, la igualdad y la confianza».

Después, Santiago Ruiz subrayó la importancia de las transformaciones que experimenta el sector, impulsadas por tres ejes fundamentales: el cliente, «que es soberano y elegirá lo que quiera en cada momento»; la tecnología, «tanto la propia, de la generación de energía, como la ajena, ya sea de los fabricantes de vehículos o aplicada al consumidor, como los smartphones»; y la regulación, con «los compromisos que adoptamos, admitimos y respetamos», especialmente los ambientales. El resultado es que «tenemos que ser suministradores de energía globales; debemos ofrecer la energía y todos los servicios que precise el consumidor».

Acto seguido, Alejandro Ripoll ahondó en la gran transformación del sector de las gasolineras desde sus inicios -«nada tienen que ver las instalaciones actuales con las que vemos en fotos de blanco y negro»- y en la necesidad de «prestar un servicio de 360º para cada tipología de cliente, porque las estaciones de carretera van a enfocar su modelo de un modo muy diferente a las urbanas»; las primeras tendrán que incorporar combustibles para vehículos pesados, como GNC o GNL, mientras que las segundas ofrecerán muchos más productos en el establecimiento.

Finalmente, Martin Wohlfart analizó la situación de las estaciones de servicio desde la perspectiva del consumidor: «La estación de servicio es una respuesta a una necesidad de un cliente o un posible cliente». Y llamó la atención sobre las demandas de ese cliente, que dispone de un poder adquisitivo «y de un dinero para gastar en lo que más le apetezca» y está acostumbrado a recibir un servicio personalizado, de 24 horas, tarifa plana… En consecuencia, alertó del riesgo de los nuevos entrantes en el sector.

Una vez expuestos los planteamientos iniciales, la mesa debatió sobre el impacto y los límites que pueden tener dos de los elementos identificados como prioritarios: la prestación de servicios de valor añadido y el impacto de la digitalización y las nuevas tecnologías.

Más de mil artículos en venta

En el primer caso, la respuesta fue clara y unánime: se puede llegar hasta donde quieran ir los clientes. Y como prueba, se explicó que hoy en día en una estación de servicio se pueden encontrar más de mil artículos, desde lotería y las consignas de correos hasta pañales, pasando por máquinas recreativas y servicios como el lavado o el aspirado. Muy lejos quedan los tiempos en que se usaba el eslogan somos gasolineros, no tenderos.

La respuesta no fue tan nítida en relación a la digitalización y el impacto de la conectividad aplicada a la movilidad, en buena medida por la gran velocidad a la que se desarrolla el llamado Internet de las Cosas. La irrupción de los vehículos autónomos, o prácticas de economía colaborativa como compartir los automóviles, son elementos que claramente afectarán al sector, pero es difícil aún predecir cómo.

En cambio, sí es fácil apreciar las ventajas que aportan las nuevas tecnologías al integrarlas en la propia estación de servicio: desde los automatismos que permiten atenuar la iluminación si no se usa, hasta los nuevos sistemas de recuperación de y reducción de consumo de agua, pasando por nuevas modalidades de pago, o por paneles solares para agua caliente sanitaria y electricidad; las ganancias de eficiencia son muy notables, y de su mano se producen los incrementos de eficiencia y rentabilidad.

¿Vehículo eléctrico?

A la llegada del vehículo eléctrico se destinó buena parte de la sesión. Los representantes del sector dejaron claro que no irrumpe tan deprisa como se cree -se recordó la reciente prospectiva energética de Cepsa, que estima que en 2030 apenas representarán el 5% de la flota mundial, poco más de un millón en España- y que su implantación depende del despliegue de infraestructura domiciliaria, porque es inviable que los vehículos eléctricos se recarguen lentamente en una estación de servicio.

En la estación de servicio únicamente tiene sentido la recarga rápida. Además, la incertidumbre aún existente sobre la evolución y la estandarización de la tecnología es un freno mayor: un punto de recarga rápida cuesta unos 100.000 euros y puede quedarse obsoleto mucho antes de que se haya podido amortizar.

Igualmente, hubo consenso entre los profesionales del sector en que la opinión pública está actuando injustamente con los vehículos que consumen los combustibles fósiles tradicionales, puesto que las ganancias de eficiencia que han conseguido son asombrosas (un vehículo moderno contamina lo mismo que 10 de los antiguos), aún tienen recorrido para seguir incrementándose, y en los cálculos de emisiones contaminantes no se tiene en cuenta todo el ciclo de vida de los automóviles. Si se considerasen todos los impactos ambientales, incluidos los derivados de la fabricación, los correspondientes al vehículo eléctrico son similares a los de un coche pequeño de gasolina.

Y, por otro lado, no hay que olvidar otros combustibles, en particular el GNL o el GLP, que aplicados a los vehículos pesados y al transporte en carretera tienen un importante desarrollo por delante. En este punto, una vez más, volvió a surgir la importancia de la demanda y los diferentes tipos de demanda: el consumidor de GNL o GLP es muy sensible al precio y suele ser responsable de una pequeña flota o conducir un vehículo de gama alta reconvertido; por el contrario, el dueño de un vehículo eléctrico suele ser un gran usuario de la tecnología, muy preocupado por la ecología y por elementos emocionales, no económicos.

También se planteó el problema que le sobrevendría al Estado si dejase de recibir los 7.000 millones de euros que actualmente obtiene gracias a la fiscalidad de los carburantes, si bien la experiencia indica que se produciría un trasvase de la fiscalidad hacia otros bienes o servicios para que no se reduzca la recaudación.

Afrontar lo desconocido

Todos los asistentes sin excepción estuvieron de acuerdo en que el futuro se acerca con una carga adicional de incertidumbre para el sector de las estaciones de servicio, en el que no puede descartarse la irrupción de nuevos agentes, a pesar de la barrera de entrada que supone la profusa regulación sectorial.

No obstante, también hubo consenso en que el sector se apoyará en su capacidad de adaptación para convertirse en proveedor integral de servicios de movilidad y de otros productos y servicios logísticos con valor añadido, en función de la evolución de la demanda social y del mercado: «Seremos capaces de mantener un servicio de gran calidad con eficiencia y con sostenibilidad» fue el mensaje final.

FUENTE: EL ECONOMISTA.